miércoles, 23 de marzo de 2011

Reto

Volviendo a mi artículo sobre mis primeras enseñanzas en el colegio de Ciegos de Pontevedra, no todo era positivo. Cuando empecé Segundo curso de solfeo, allá por el curso 1976-1977, eh tenido problemas porque, al ser ciego total, los profesores de dicho colegio, me han arrinconado, porque, según ellos, a los ciegos nos trataban de subnormales perdidos, lo que, implicaba que en ese colegio, y en todos los colegios que  en aquel entonces, lo único que te mentalizaban –aunque fueras un buen estudiante- te mentalizaban a vender el cupón. A los que tenían un residuo visual, los mismos profesores y celadores les trataban con mucho mimo. Quedaba en mi recuerdo, que antes de marchar del Colegio de ciegos, era niño del coro del centro, lo cual tuve mis mas y mis menos con m compañeros cuando íbamos a actuar fuera mas bien fui recriminado porque, yo, al cantar muy bien, era objeto de burla por parte de ciertos compañeros que veían algo. Cada domingo, cuando mis padres podían, me llamaban por teléfono sabiendo mi estado de animo y el tiempo que hacia en Galicia. Yo, como no me callo, dije la verdad; en el curso 1977, les comenté a mis padres que siendo ciego total, los celadores y alumnos que tenían un resto visual, había sido objeto de vejación y discriminación, y, entre otras cosas, me quemaron con un cigarro, y por las noches me corrían la cama y me taparon con la sábana y la almohada. Todo esto se lo comenté un domingo tras otro, pero: ¡oían todo lo que decías! Viendo el panorama muy gordo que se presentaba, mi familia me fue a buscar al colegio un 8 de noviembre martes de 1977. Fue ese martes, cuando uno de los celadores, estando yo en clase, -de aquella estaba cursando 4º de educación General Básica- a eso de las 11 me llama diciendo: “Armando, el director quiere hablar contigo: pásate por dirección”. Al ser conducido al Despacho del Director, que en aquel entonces se llamaba Don Benito Martínez Losada, (ciego durante la Guerra Civil) estaba presente mi hermano y un amigo que estaba en León haciendo el servicio de Cruz Roja. En mi presencia, el director le dijo a mi hermano que, por ser ciego, yo tenia una crisis de autodefensa, infravalorando los colegios de la ONCE.
En
aquel año, hice en León por el verano mi primer cursillo de natación con niños videntes. Para mi, como trampolín, a la vida integrada, el monitor que impartía el curso, me animó constantemente, ya que, al no ver los movimientos para la natación, el me llevó las manos para que me diera cuenta de los movimientos de braza y demás estilos. Cuando volví de la piscina entonces yo era socio del Recreo Industrial, el último día, recibí un diploma de natación.
En septiembre, a la vuelta de vacaciones, estando en Pontevedra, les mostré a los que me hacían la vida imposible, dicho diploma. Pero, uno de los empleados del Centro, me obligaron a que dijera lo siguiente: “el diploma te lo han dado por el sistema del cieguecito”. Así que, opté por no continuar yendo a los colegios de la Once, y como trampolín, dije a mis padres de estudiar la EGB, (Educación General Básica) en régimen integrado con alumnos videntes, lo que he roto el hielo al no tener nuestra Organización recursos suficientes para mi adecuada formación, bien es cierto que cuando yo me marqué mis objetivos, he logrado lo que quería. En mi próximo artículo, hablare de mi experiencia sobre la educación en colegios con personas videntes.

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